Uno de los elementos más retadores del trabajo en comunicación para el cambio y la innovación social, es la articulación de los distintos niveles de trabajo: el individual, el grupal, el comunitario, el organizacional y finalmente el del sistema.

Todo esfuerzo por acompañar o cooperar con cambios sociales virtuosos aspira a tener un impacto en el espectro más amplio, alcanzar el sistema para que aquello que se está transformando se vea reflejado, por ejemplo, en las políticas públicas. Es esa una vía para la sostenibilidad: que se instucionalice.

Sin duda esto es cierto, pero también hay otras vías para sostener en el largo plazo las nuevas prácticas y formas de relacionamiento. Aunque podría haber aquí muchos elementos, voy a mencionar dos de ellos: la comprensión sensible del asunto que se aborda y el fortalecimiento de la confianza social dentro del proceso.

Estos dos aspectos esenciales del cambio y la innovación social se encuentran en el impacto sobre los imaginarios y las narrativas colectivas. En el nivel de las personas como individuos, es el alcance de la historia que se están contando, base de los paradigmas que nos llevan a actuar de determinada manera. Ya lo dice la teoría sobre el cambio de comportamiento: necesitamos creer que podemos transformarnos.

El siguiente paso, por supuesto todavía más misterioso y desafiante, es llegar a creer que podemos cambiar o al menos incidir en el cambio social. En otras palabras: entender que aquello que hacemos o dejamos de hacer, cuenta. Cada uno, en sus decisiones cotidianas, está generando una diferencia y teniendo una incidencia en el estado de las cosas; de esto, hay que reconocerlo, nos olvidamos con frecuencia.

En el núcleo de las narrativas necesarias para la sostenibilidad está el sentido de la dignidad humana: desarrollar la capacidad de escuchar y tener la experiencia de ser escuchados. Todos necesitamos ser incluidos y sentirnos integrados. Es esto lo que empieza a fortalecer los vinculos en grupos y comunidades, lo que constituye la base del cambio y de la innovación social.

No hay acción creativa posible sin este elemento, de allí que en el campo de la innovación social muchas veces afirmemos que más importante que el resultado es el proceso. Los procesos de innovación social son, por sí mismos, ciclos virtuosos que tienen un efecto positivo sobre todas las personas y organizaciones involucradas. Cuando hay lazos de confianza que además movilizan las emociones de los involucrados (sus afectos) es posible cooperar para abordar los cambios (las crisis) colectivos.

Esto nos lleva a otra renovación necesaria en las narrativas: dejar de pensar en solucionar los problemas para pasar a abordarlos como nuevas realidades sobre las que necesitamos también transformarnos nosotros. Generalmente pensamos en el devenir de las cosas como una línea continua sobre la cual hay un orden establecido, de modo que enfrentar un desafío es una irrupción de la que debemos ocuparnos para volver a lo que pensamos es la normalidad.

Sin embargo, los desafíos (la pandemia, el cambio climático, los movimientos migratorios, la violencia contra la mujer, la xenofobia y el racismo, entre muchos otros) son realidades que exigen que nos transformemos, como individuos y como sociedad, para poder generar nuevas narrativas, nuevos comportamientos e integrar aquello que tiene consecuencias ineludibles e irreversibles.

El proceso de innovación social es una constante, no se trata de un evento afortunado sino de una dinámica que necesita sostenerse, una posibilidad de creatividad ininterrumpida, que puede pasar por momentos de vacío y pausa pero que no se detiene. Exige, entonces, lazos profundos con base en la confianza, tanto en la capacidad individual de innovar y cambiar, como en la posibilidad colectiva de aspirar y alcanzar bienestar.

Como puede verse, a veces nos encontramos lejos de estas necesarias narrativas porque privan las visiones violentas y apocalípticas, al resaltar las señales adversas que por supuesto existen en nuestro entorno (las guerras, la violencia cotidiana, la ausencia de diálogo). Sin embargo, quienes nos movemos en el mundo del cambio y la innovación social también reconocemos otras historias, en las que la humanidad sigue siendo capaz de superarse a sí misma.

No nos olvidemos de este elemento humano y, cuando realicemos nuestros abordajes técnicos, recordemos que nuestras herramientas necesitan adaptarse continuamente a la maravillosa posibilidad generativa de las personas y las comunidades.

En resumen, las nuevas narrativas de la sostenibilidad exigen:

  1. Sensibilidad y empatía entre las personas de un equipo, una organización o una comunidad.
  2. Confianza como base del fortalecimiento de los vínculos sociales, para procesos de cooperación que sostengan el cambio y la adaptación constantes.
  3. Certeza en nuestra capacidad de cambio como sociedad y como colectivo, hacia el bienestar.
  4. Cambio del enfoque de solamente solucionar problemas, al énfasis en la transformación que necesitamos realizar en nosotros para responder a nuevas realidades ineludibles e irreversibles.

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