Juan Luis Landaeta[1] participó en el primer Encuentro sobre comunicación e innovación social, compartiendo con generosidad sus reflexiones en torno a la creatividad y la innovación. Cada una de sus palabras me movilizó, para fortalecer algunas de mis perspectivas o abrir nuevas posibilidades en mi propio camino creativo.
(Este texto es el segundo de una serie sobre comunicación e innovación social, el primero es el referido a la presentación de Daniela Maestres sobre Creatividad en la vida cotidiana).
A Juan Luis Landaeta hay que escucharlo cuidadosamente para seguir el hilo de sus ideas y permitirse la vivencia de ser tocado por su particular forma de expresar su perspectiva. Yo estoy convencido de que es imposible salir ileso de una conversación con él, siempre habrá algo que nos tocará hondamente o nos transformará en cierto nivel.
Así ocurrió también durante el primer Encuentro Comunicación para la Innovación Social, realizado en octubre 2020. Allí nos encontramos un grupo de profesionales curiosos, quienes venimos sosteniendo diversas conversaciones sobre creatividad e innovación desde hace meses y llegamos a la conclusión de que valía la pena abrir el diálogo y compartir nuestras ideas.
En esta oportunidad, lo primero que señala Juan Luis es que el asunto de la búsqueda de innovación se ha convertido en una especie de “obsesión que circula con demasiada frecuencia a través de las iniciativas sociales, económicas y políticas”.
Me intrigó mucho este inicio de su disertación, porque de alguna manera estaba afirmando que tanto creatividad como innovación se convierten en nociones repetitivas y automáticas, lo que le resta fuerza a su potencialidad y alcance. Surgieron en mí las preguntas ¿se convierten entonces en finalidades y no en procesos? ¿Constituyen meros gestos mecánicos más que dinámicas de transformación?
Juan Luis salió al rescate, al dar un primer giro de pensamiento y hacer énfasis en la creatividad como “potencialidad intrínseca, cualidad esencial de los seres humanos, de nuestra capacidad mental y espiritual”. Esa afirmación me movilizó interiormente y despertó experiencias personales y profesionales que yo podría catalogar como creativas.
Intento imaginar entonces una forma de explicar la potencialidad, de establecer una relación con el momento creativo (el impulso, la chispa, la energía), que está cargado de significados y constituye una experiencia que nos implica por completo, integrando lo invisible con lo visible, lo emocional con lo racional en una manifestación que se vuelve comunicación, obra, servicio, producto, proyecto.
Lo cierto es que todos tenemos esta facultad creativa, que parte de la curiosidad que es inherente a nuestra condición de seres humanos. En palabras de Juan Luis, “la creatividad es una hermana del conocimiento, es la manera, la herramienta, la materia que tenemos los seres humanos para hacer nuevas conexiones dentro de conexiones precedentes. Entendámoslo: ya somos seres creativos”.
Es algo que hemos conversado en diversas oportunidades y creo que uno de los elementos centrales de su intervención en el Encuentro. Se trata de un cambio de percepción tan sencillo como profundo y relevante, también desafiante: cada uno de nosotros está convocado a aportar algo al mundo, a traer lo novedoso, a cambiar parte de la realidad que compartimos, a manifestar aquello que todavía no está, que no ha sido creado.
Aceptar esa idea puede ser difícil porque tendemos a creer que la realidad está compuesta por un conjunto de elementos dados. Seguramente hemos escuchado alguna vez la idea de que ya todo ha sido inventado, por lo tanto, sólo participamos de las cosas como ya hechas, las utilizamos y experimentamos dentro de unos límites dados, a través de procesos que fueron concebidos previamente y que nos son transmitidos por la cultura, la tradición y la educación formal. De este modo nos acostumbramos a la idea de la respuesta correcta, del procedimiento preciso, del conocimiento que ya ha sido estructurado de determinada manera.
El conocimiento técnico, los aprendizajes de generaciones anteriores y sus producciones, son un territorio de gran relevancia sobre el cual nosotros continuamos nuestro recorrido. La adquisición de ciertas herramientas, las estructuras dentro de las cuales nos insertamos para desarrollar nuestras vidas, son de altísimo valor y un extraordinario punto de referencia en cada fase evolutiva que vivenciamos; pero a ello hay que integrar lo creativo, lo innovativo, lo transformador.
Ello implica el desarrollo de otras habilidades, la familiarización con otras formas de ser y hacer. Juan Luis también reflexiona en este sentido al decir que “la creatividad está hermanada con otro concepto que se suele disolver, especialmente en ambientes artísticos, que es la imaginación (…) La imaginación es la capacidad para representar nuevas realidades. No puede haber creatividad sin imaginación”.
Es así como nos presenta esta invitación, o quizás incluso esta provocación, para empezar a conectar y jugar con nuestra imaginación. Nos recuerda que no hay imágenes buenas o malas, o que unas no son mejores que otras; confirma el absurdo de pensar que es posible ser una autoridad en imaginación, cuando realmente todos podemos imaginar con la libertad que nos otorga nuestra subjetividad. En palabras de Juan Luis, “el único peso que tenemos son los propios juicios y temores”.
Mi perspectiva es que la imaginación es una facultad que es imprescindible fortalecer y desarrollar, una manera de conocer al mundo, un puente entre lo que está por crearse y lo creado. El trabajo imaginativo está relacionado con lo emocional, lo intuitivo, e incluso lo sensorial se implica en este proceso, de modo que requiere la vinculación con esas facultades que poseemos y que en ocasiones no cultivamos dentro de la vida práctica y cotidiana. Imaginar es fundamentalmente un proceso humano.
Volviendo a lo que nos plantea Juan Luis: “todas las imaginaciones, conexiones, tienen que ver con nuestra identidad y con lo que podemos concebir. Así empezamos no solamente a sentirnos más cómodos con nuestros recursos, sino también a encontrar caminos y algunas estructuras que nos permiten incorporar eso que imaginamos a proyectos particulares”.
La condición que exige el cultivo de la imaginación, el acto creativo y finalmente la concreción de la innovación, es la práctica sostenida. Él entiende a la innovación como el perfeccionamiento de una práctica, incluso en aquellas ocasiones en las cuales un descubrimiento es producto de un accidente, pues sólo con determinadas condiciones generadas previamente ese imprevisto pudo darse y producir algún hallazgo de valor.
Creo firmemente que este es un llamado válido y relevante para todo ser humano, quizás es urgente que retomemos nuestro camino creativo, el cual está vinculado estrechamente con nuestros dones, habilidades, talentos y constituye una vía para darle sentido y propósito a nuestra existencia. Se trata, sobre todo, de conectarnos genuinamente con la dimensión interior, con nuestro universo subjetivo.
Juan Luis cierra su exposición con esta idea maravillosa: “Más que buscar la originalidad total de traer al mundo algo que nunca se haya visto, lo que tenemos que buscar es la autenticidad de crear algo que se parezca a nosotros, porque ya disponemos de esos recursos que son los sueños, las imaginaciones, los delirios, las obsesiones, las frustraciones, los traumas, todo lo que está compuesto por el material de nuestra existencia, de lo que hemos vivido, intuido, aprendido y errado”.
Volvamos entonces a esta idea de lo innovador como conector interior y exterior, como puente hacia nosotros mismos y también hacia los demás. Crear es un acto tanto íntimo como compartido con otros, que solamente a través de la compasión y la empatía puede convertirse en innovación y cambio social.
[1] Juan Luis Landaeta es consultor de Key Communications for Social Innovation. Artista multidisciplinario atento a los procesos de creatividad e innovación dentro y fuera de las artes. Es egresado de la Maestría de Escritura Creativa en Español de New York University y autor de los libros La conocida herencia de las formas y Litoral central. Ha brindado charlas y conferencias en materia de imaginación e integración de literatura y artes plásticas en Emerson College y Georgetown University.
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