Durante el primer Encuentro sobre comunicación e innovación social, realizado en línea durante el mes de octubre 2020, Daniela Maestres[*]realizó una interesante y profunda reflexión en torno a la creatividad.

(Este texto es el primero de una serie sobre comunicación e innovación social, el que le sigue es el referido a la presentación de Juan Luis Landaeta: De la creatividad a la innovación). 

Daniela y yo somos amigos desde hace más de 15 años, pero es en los seis más recientes cuando hemos sostenido intercambios constantes que, directa o indirectamente, se han desarrollado en torno a la creatividad. En nuestras conversaciones, en las cuales transitamos entre lo personal y los proyectos en conjunto, siempre me ha sorprendido su visión crítica y capacidad para expresar con seguridad y claridad su perspectiva; en mi caso, con un estilo más titubeante, suelo sin embargo cuestionar algunas de sus conclusiones. Finalmente, descubrimos que andamos por sendas a veces complementarias, o que al menos nuestras búsquedas tienen similitudes, con la particularidad de cada proceso.

Durante el Encuentro sobre comunicación e innovación social, me sorprendió la sencillez y profundidad de sus planteamientos, lo que me ha motivado a continuar con esta conversación a través de estas líneas que, en la creencia de que pueden ser de utilidad para otros, comparto abiertamente.

No tenemos dudas de que el pensamiento creativo nos permite descubrir formas nuevas de enfrentar la vida diaria y de relacionarnos con el mundo que nos rodea. Esto tendría una aplicación práctica que se hace relevante, porque es lo que nos facilitaría encontrar formas eficientes de resolver problemas simples (o complejos) de la vida cotidiana: aprovechar mejor el espacio en el closet, tener mejor comunicación con amigos y familiares, manejar mejor nuestro presupuesto en momentos difíciles.

Esto nos indica con claridad que el pensamiento creativo puede ser aplicado por cualquier persona y en todas las circunstancias posibles, dado que, en palabras de Daniela, “la creatividad no es más que un ligero cambio de perspectiva que nos permite percibir el mundo que nos rodea con mayor apertura y flexibilidad.”

Cuando escucho estas palabras, no puedo evitar detenerme en el uso de los términos “ligero cambio de perspectiva,” como enfatizando que no se requieren grandes transformaciones, que no es necesario hacer aspavientos en torno a esta experiencia. Se trata más bien de afirmar su sencillez y profundidad, dado que todos tenemos acceso a nuestros recursos creativos, que se manifiestan constantemente en nuestros procesos perceptivos y expresivos, siendo inherente a nuestra naturaleza como seres humanos.

Entonces ¿Por qué a veces sentimos que no somos creativos? ¿Cuál es la razón de que en ocasiones percibamos que estamos muy lejos de la dinámica creativa? Aquí es donde la explicación que nos brindó Daniela se vuelve todavía más interesante. Ella afirma que hay un conjunto de creencias y hábitos que hemos establecido en nuestras vidas que nos separan de nuestra natural creatividad.

Lo primero que bloquea nuestra creatividad es la convicción de que se trata de un talento innato que sólo unos pocos privilegiados poseen, de modo que no importa lo que hagamos no es posible que accedamos al misterio del acto creativo. Sencillamente, al convencernos de que no somos creativos, no practicamos la creatividad y si llegamos a hacerlo, no tendremos la capacidad de reconocerlo.

Otro elemento que merma nuestra capacidad creativa y que está relacionado con lo anterior, es complejizar el concepto, vale decir que no solamente es una facultad reservada a seres especiales, sino que además desarrollar la creatividad es sumamente complicado, requiere de conocimientos técnicos especializados y de una conciencia superior.

Daniela nos rescata de este laberinto al insistir que se trata de un cambio perceptivo, para lograr lo cual se requiere la aceptación de esta premisa: nuestra mirada del mundo nunca es objetiva, lo que llamamos realidad (incluso los hechos más sólidos) no son otra cosa que nuestra percepción e interpretación de aquello que recibimos del entorno.

Nosotros organizamos el mundo a través de un conjunto de operaciones que ocurren en nuestro cerebro, generamos patrones para poder explicar todas las cosas y fenómenos, de modo que al enfrentar una cosa nueva siempre buscamos, de manera casi automática, los referentes que poseemos para ubicarlo, clasificarlo y, finalmente, tener la experiencia de comprensión sobre ese aspecto inédito.

Ello podría llevarnos a rechazar aquello demasiado extraño para nuestro esquema personal, basado en experiencias y aprendizajes previos, o a cerrarnos para no incorporar nuevos estímulos, que se transformarían en cambios de creencias y por lo tanto en modificaciones de nuestra realidad.

De la mano con Edward de Bono, pensador y autor reconocido, creador del concepto del pensamiento lateral, nominado para el Premio Nobel de Economía en el año 2005, Daniela nos explica que estos mecanismos nos permiten ahorrar energía y que establecemos formas de funcionamiento, rutinas que nos permiten transitar la cotidianidad de manera efectiva, a veces incluso automática, sin cuestionamientos.

Para fomentar la creatividad, entonces, debemos encontrar nuevas rutas para abordar nuestras actividades, enfoques distintos para comprender el mundo y la forma en que nos relacionamos con las cosas y los fenómenos. Esta es la operación que muchas veces logra realizar el artista, lo cual podemos ver reflejado en pinturas, esculturas, obras de teatro, cine, literatura y cualquier otra obra producto del ingenio humano. El arte nos enseña que es posible despojarnos de los condicionamientos que se han transformado en normas para nosotros, para poder acceder a un espacio de mayor libertad y creatividad.

Lo que ocurre cuando expandimos de esta forma nuestros horizontes es extraordinario, una experiencia en la cual me parece que Daniela y yo coincidimos: desarrollamos nuestra inteligencia intuitiva, la cual integra las sensaciones del cuerpo; aumentamos nuestra autoestima, producto del debilitamiento de la necesidad de aprobación externa; nos volvemos más tolerantes, al abrirnos a aceptar lo que nos resulta raro o es distinto a nuestros estándares; nos ponemos en una posición desde la cual se facilita el estado de fluidez en nuestras actividades, al relajarse el monólogo crítico interno que determina lo que podemos (o debemos) hacer y lo que no.

Todo esto constituye un salto cuántico en nuestra vivencia cotidiana, la apertura de un portal hacia la concepción dinámica de la realidad y la aceptación de nuestros constantes cambios interiores, soltando las resistencias y abrazando las posibilidades expresivas y creativas que todos poseemos.

Daniela cierra haciendo una afirmación con la cual coincido plenamente: la creatividad es una vía para “mejorar nuestra calidad de vida y conectar de una manera más dinámica con el mundo que nos rodea.”


[*] Daniela Maestres, consultora de Key Communications for Social Innovation, se desempeña actualmente como creadora de marcas a través de su firma Run & Hope. Es escritora, fotógrafa y ha desarrollado una carrera como creativa publicitaria y storyteller. Durante años ha estado trabajando y reflexionando en torno a la creatividad.

Un comentario en «Creatividad para la vida cotidiana»

Deja un comentario